DECLARAMOS

1. El mundo vive actualmente una crisis profunda, multidimensional, que no toca sólo la dimensión económica financiera, sino que llega hasta una crisis de valores. En rigor puede ser llamada la primera gran crisis global que afecta no sólo a los países periféricos, sino también a los países desarrollados.

2. Esta crisis estructural ha agudizado el empobrecimiento, desempleo, precarización, profundización de la desigualdad y deterioro de las condiciones de vida de la humanidad, principalmente de las mujeres, la infancia y la juventud y golpea con especial dureza en los ámbitos locales.

3. A la fecha se ha impuesto en el mundo por parte de los poderes dominantes una lógica de enfrentar la crisis impactando negativamente las condiciones de vida y de trabajo de los sectores populares y de los grupos sociales excluidos.  Las políticas frente a la crisis, en lo fundamental, se articulan en torno a la privatización de las ganancias, para los menos, y la socialización de las pérdidas, para los más; privatizando y mercantilizando los bienes y servicios públicos, que son derechos obtenidos.  Esto se expresa, entre otras cosas, en el desvío multimillonario de recursos públicos para salvar a las grandes corporaciones financieras, lo que genera un déficit público enorme que impide a los gobiernos y en particular a los gobiernos locales, desarrollar nuevas políticas sociales en beneficio de la población.

4. Frente a la magnitud del desafío que enfrentamos se desarrolla desde lo local un vasto proceso de búsqueda y construcción de alternativas para lograr una salida a la crisis cimentada desde abajo, desde lo local, lo popular y ciudadano que amortigüe las grandes desigualdades sociales y amplíe y profundice las libertades democráticas.

5. Estas salidas como es el caso de los Bancos Comunitarios y las monedas locales, de los cuales logramos conocer diversos ejemplos, se están construyendo sobre las bases que enfatizan la solidaridad, la libertad y la paz, construyendo una nueva cultura política basada en la equidad, la diversidad, la autogestión, la horizontalidad, en el acceso a los derechos fundamentales y la

igualdad social.

6. La participación ciudadana se convierte así en herramienta estratégica e indispensable para conocer, innovar y construir alternativas que mejoren la calidad de vida para contar con sociedades cada vez más cohesionadas. Sin la participación de la ciudadanía, movimientos y organizaciones sociales, esto es, sin la movilización de sus conocimientos y energías sociales, no será posible encontrar las claves para una nueva lógica del desarrollo, sobre la base de un enfoque de decrecimiento entendido como el buen vivir.

7. Se necesita reforzar y promover las políticas públicas participativas desde abajo, fomentar el uso de las monedas locales y de los bancos comunitarios, como alternativa de una nueva economía, robustecer las políticas en materia de agricultura urbana.  Se reconoce que el trabajo con los jóvenes es complejo y se necesita propiciar mecanismos participativos que los integren y fomenten su asociación.  Es necesario transitar a niveles de cogestión ciudadana

que empoderen a las personas para un beneficio comunitario, y romper con el

monoculturalismo dominante que es imprescindible para reconocer nuevas formas de gestión comunitaria; las herramientas jurídicas de la democracia participativa deberán garantizar el derecho a la participación y aquellas experiencias exitosas deben institucionalizarse evitando la burocratización.

8. Frente a una crisis que parece agravarse y que muy probablemente sea de larga duración, lo cual no excluye episodios de recuperación, es fundamental profundizar y consolidar los más diversos procesos e instrumentos participativos, que han construido alternativas al modelo en crisis, para evitar que se recaiga sobre sus víctimas y no sobre sus responsables.

9. Hemos decidido fortalecer la red del OIDP, como espacio de diálogo de debate y de propuestas, ampliando el banco de experiencias, en particular con las alternativas exitosas que han sido una opción más efectiva frente a los impactos de la crisis, y que fueron presentadas en esta X Conferencia.

10. Fortalecer la democracia participativa y transformar la democracia representativa son dos caras de una misma moneda en donde se busca que las y los ciudadanos lo seamos de tiempo completo –y no sólo durante las jornadas electorales  y que cada vez más tengamos mayor capacidad de incidencia, control social y participación efectiva en la toma de decisiones de los asuntos públicos. Finalmente asumimos que en esencia la democracia participativa radica en los procesos de construcción de ciudadanía y de democratización de nuestras sociedades, gobiernos y Estados, compromiso y convicción del OIDP.

Ciudad de México, Noviembre de 2010