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La mitad de la población desfavorecida de Nueva Orleans sigue desplazada: éxito o fracaso?

Facing South, March 3 2008

El Departamento de Salud y Hospitales de Luisiana (DHH, por sus siglas en inglés) informa que Medicaid, el servicio de asistencia médica para las personas ancianas, minusválidas y ciegas y para las familias trabajadoras de baja renta, ha descendido en un 46% respecto a los niveles previos al Katrina. Según los informes del DHH, antes del huracán, Medicaid cubría las necesidades de 134.249 ciudadanos de Nueva Orleans. En febrero de 2008, estos informes muestran una caída a 72.211 (62.038 personas menos desde el Katrina). La ayuda provista por Medicaid ha descendido drásticamente en todos los ámbitos: 50% para los ancianos, 53% para los no videntes, 48% para los minusválidos y 52% para los niños.

Como documenta la Administración de Seguridad Social , menos de la mitad de los ancianos han regresado. Antes del Katrina, Nueva Orleans contaba con 37.805 jubilados que recibían beneficios de la Seguridad Social. Ahora quedan 18.940 (una disminución del 50%). El número de trabajadores minusválidos que gozaban de la Seguridad Social también ha descendido, de 12.870 a 5.350, (un 59% menos). En cuanto a las viudas que recibían ayuda por parte de la administración de Nueva Orleans, ahora quedan menos de la mitad, 4.140.

El número de niños de familias trabajadoras no se ha recuperado. Las cifras de inscripción escolar en Nueva Orleans han pasado de 66.372 antes del Katrina a 32.149 (una disminución del 52%).

La cantidad de personas que usan el transporte público ha descendido en un 75% tras el huracán. Antes del Katrina se registraban más de 3 millones de usuarios al mes. En enero de 2008 hubo 732.000. La Autoridad Regional de Transportes revela que esta reducción demuestra que Nueva Orleans cuenta ahora con muchos menos residentes desfavorecidos que necesitan el transporte público

Las cifras del Departamento de Servicios Sociales de Luisiana muestran que el número de familias beneficiarias de bonos para comida en Nueva Orleans ha caído de 46.551 en junio de 2005 a 22.768 en enero de 2008. La asistencia social también se ha visto afectada. El Programa de Asistencia Temporal para la Independencia Familiar de Luisiana sufrió un descenso de 5.764 beneficiarios (en su mayoría niños) en julio de 2005 a 1.412 en el último informe.

Aunque no existen cifras exactas sobre el desglose de personas trabajadoras y desfavorecidas que continúan desplazadas, los datos indican con rotundidad que en su mayor parte son afroamericanos. La población negra de Nueva Orleans se ha hundido en un 57%, mientras que la población blanca cayó en un 36%, según datos del censo. Las zonas con menos secuelas son las que cuentan con más medios y más habitantes blancos. Se calcula que en Nueva Orleans, donde antes del Katrina un 67% de la población era negra, ahora no hay más de un 58%.

La disminución en el número de ciudadanos pobres y trabajadores de renta baja en la ciudad no es ninguna sorpresa para los trabajadores sociales. Don Everard, director de la agencia de servicios sociales Hope House , afirma que Nueva Orleans es ahora una ciudad mucho más dura para los pobres que antes del Katrina.

Demostrando descaradamente la intención del gobierno de reducir el número de pobres en Nueva Orleans, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbanístico de los EEUU (HUD) está demoliendo miles de apartamentos públicos de alquiler. El HUD ha invertido cerca de mil millones de dólares junto a unos promotores bastante discutibles, para terminar ofreciendo viviendas mucho menos asequibles. Justo después del Katrina, el secretario del HUD Alphonso Jackson predijo que Nueva Orleans “no volverá a ser tan negro como lo fue, por un tiempo, si es que lo vuelve a ser algún día”. Y entonces se puso manos a la obra para cumplir su predicción.

Según Policy Link , un instituto nacional de investigación, la crisis de vivienda asequible implica que apenas 2 de cada 5 arrendatarios pueden permitirse volver a un hogar. En Nueva Orleans, todos los fondos aprobados en la actualidad por el HUD y otras agencias gubernamentales (no fondos ya gastados, sino simplemente aprobados) para viviendas destinadas a arrendatarios de renta baja, serán suficientes para ayudar a reconstruir únicamente un tercio de la oferta de alquiler previa al Katrina.

Hope House visita entre 400 y 500 personas en situación precaria cada mes. “La mayoría de las personas con las que trabajamos se enfrentan a desahucios y cortes de suministros básicos, o ya se encuentran en la calle” informa Everard. La población sin hogar de Nueva Orleans ya se ha duplicado desde antes del huracán hasta aproximadamente 12.000 personas.

Everard observó que debido a la nueva decisión del FEMA de cerrar 35.000 trailers que siguen ocupados a lo largo del golfo, la situación de las personas desamparadas va a empeorar dramáticamente.

Las Naciones Unidas exigieron recientemente el fin de la demolición de la vivienda pública , y argumentaron que esta demolición es una violación de los derechos humanos y condenará especialmente a los ciudadanos negros al desamparo.

“Los precios disparados del alquiler y las viviendas privadas y, sobre todo, la demolición de las viviendas públicas, ponen a estas comunidades en una situación aun más angustiosa, aumentando así la pobreza y la falta de hogares” denunciaba una declaración de los expertos de las Naciones Unidas en vivienda y minorías. “Por lo tanto, apelamos al Gobierno Federal y Estatal y a las autoridades locales para que detengan de inmediato la demolición de viviendas públicas en Nueva Orleans”. Otras peticiones similares fueron realizadas por los senadores Clinton y Obama. A pesar de ello, las demoliciones continúan.

La reconstrucción ha tenido lugar como muchos habían planeado. Justo después del Katrina un adinerado hombre de negocios declaró al Wall Street Journal : “Los que desean ver esta ciudad reconstruida quieren hacerlo de una manera completamente distinta: demográfica, geográfica y políticamente”. Los funcionarios elegidos para esta misión, desde el presidente Bush y el secretario del HUD Jackson hasta los miembros del consejo local, que seguramente estarán durmiendo en sus propias camas, parecen coincidir con esta opinión.

Las medidas políticas puestas en vigor hasta el momento no parecen muy afectadas por las decenas de miles de trabajadores pobres, los ancianos y los minusválidos que no pueden volver a sus casas.

Las consecuencias políticas de una disminución drástica de los ciudadanos pobres y, en su mayoría, afroamericanos, son claras. Este descenso supone una ayuda directa a los republicanos, que han luchado durante años por reducir la influencia de la ciudad de Nueva Orleans, abrumadoramente demócrata, en las políticas estatales de Luisiana.

En la jerga de los expertos políticos, Luisiana era un “estado rosa” antes del Katrina. El estado votó dos veces por Clinton, y luego otras dos por Bush, con senadores de ambos partidos. El realojamiento forzado de cientos de miles de personas, en su mayoría afroamericanos y de renta baja, podría alterar el equilibrio entre los dos partidos más poderosos de Luisiana, así como las oportunidades para los funcionarios negros elegidos en Nueva Orleans.

Dadas las medidas políticas y los funcionarios gubernamentales que se encuentran ahora en el poder, uno de los mayores desastres causados por el Katrina va a ser el desplazamiento permanente de decenas de miles de afroamericanos, de trabajadores pobres y sus hijos, de ancianos y minusválidos.

Aquellos que soñaban con una Nueva Orleans reconstruida considerarán probablemente este desplazamiento como un éxito. Sin embargo, si una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más débiles y vulnerables, las secuelas del Katrina nos han dejado un fracaso general.